Tiempo ha pasado desde que Lucifer, antaño señor del Infierno, pidiera a Morfeo que le cortase sus alas para emprender una suerte de anhelado retiro voluntario. Ahora regenta, al igual que cuando lo dejamos la última vez, un pequeño bar de nombre Lux donde entre copas y volutas de humo suele tocar el piano, siempre acompañado por la leal lilim Mazikeen. No hay nada más reposado que la rutina cotidiana y el disfrute de los pequeños placeres terrenos, parece pensar.
Sin embargo, uno siempre es lo que es aunque trate de zafarse… y el destino de la Estrella del Alba siempre fue la rebelión. Por ello, cuando el Cielo requiere sus habilidades como agente externo, no duda en aceptar a cambio de un premio jugoso: una carta de paso capaz de llevar a cualquier lugar de la Creación. Para qué la quiere y cómo piensa usarla es una incógnita, pero lo que hasta a Dios se le puede haber escapado es un pequeño detalle: tal vez, y sólo tal vez, el antaño Adversario haya decidido que oponerse no deja de ser, en el fondo, aceptar ser una comparsa del que toma la iniciativa. Tal vez quiera ser protagonista absoluto de su propia historia según sus propias reglas y haya decidido que ahora es buen momento. La oportunidad, al fin y al cabo, se encuentra siempre en el caos.
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Tiempo ha pasado desde que Lucifer, antaño señor del Infierno, pidiera a Morfeo que le cortase sus alas para emprender una suerte de anhelado retiro voluntario. Ahora regenta, al igual que cuando lo dejamos la última vez, un pequeño bar de nombre Lux donde entre copas y volutas de humo suele tocar el piano, siempre acompañado por la leal lilim Mazikeen. No hay nada más reposado que la rutina cotidiana y el disfrute de los pequeños placeres terrenos, parece pensar.
Sin embargo, uno siempre es lo que es aunque trate de zafarse… y el destino de la Estrella del Alba siempre fue la rebelión. Por ello, cuando el Cielo requiere sus habilidades como agente externo, no duda en aceptar a cambio de un premio jugoso: una carta de paso capaz de llevar a cualquier lugar de la Creación. Para qué la quiere y cómo piensa usarla es una incógnita, pero lo que hasta a Dios se le puede haber escapado es un pequeño detalle: tal vez, y sólo tal vez, el antaño Adversario haya decidido que oponerse no deja de ser, en el fondo, aceptar ser una comparsa del que toma la iniciativa. Tal vez quiera ser protagonista absoluto de su propia historia según sus propias reglas y haya decidido que ahora es buen momento. La oportunidad, al fin y al cabo, se encuentra siempre en el caos.
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